En esta ocasión les traigo una breve reseña, una introducción que incluye la opinión del autor (en el libro), luego de haberse estrenado la adaptación cinematográfica de LA NARANJA MECÁNICA, y mi opinión (sin spoilers) del VERDADERO capítulo final y con respecto al libro, en general.
El autor, Anthony Burgess, nos cuenta la historia de Alex DeLarge, un adolescente que junto a sus tres amigos (Pete, Georgie y El Lerdo) disfrutan de la vida nocturna mediante la violencia. Siempre la historia nos narra desde el punto de vista de Alex, usando como sinónimos "Nuestro Humilde Narrador". Él vive con sus padres, quienes no saben nada de sus actitudes pero sospechan. Alex vive su libertad, a su manera, con sus 16 años... hasta que un hecho en particular provoca un vuelco en la vida de nuestro amigo. A lo largo de los capítulos vemos una evolución, tanto en nuestro protagonista como en sus tres amigos. El tiempo pasa y las cosas ya no son como antes. El titulo del libro es una metáfora/alusión (como lo quieran llamar) a nosotros mismos, si nos dejamos impulsar por lo que nos dicta la sociedad y esto es un hecho puntual en la vida de Alex. Y para sorpresa de algunos (al menos, para mí) la presencia y el nombramiento de Dios se encuentra latente en "Nuestro Humilde Narrador".
PAUTAS PARA LEER ESTE LIBRO:
Incluye un glosario, al final de la historia, para poder entender el vocabulario empleado por nuestro protagonista: el nadsat, un léxico que mezcla el ruso con el ingles, que apareció por primera vez en la versión norteamericana (nunca fue idea original del autor implementar el glosario) pero para la versión en español, ayudó a incorporar nuevas palabras a este léxico con sus respectivas equivalencias y variantes fonéticas.
CURIOSIDADES:
*El autor ha incluido en su libro original 21 capítulos, dividido en tres partes de 7 capítulos cada uno. EE.UU lo rechazó y para incluirlo en su mercado, eliminaron el capítulo 21. Para el resto de los países, incluyen todos los capítulos que designó el autor (fíjense este detalle a la hora de leerlo y/o comprar).
*Se ha empleado el léxico nadsat (adolescente) para eludir a ciertos elementos de manera sutil, metafóricas, indirectamente. El lector es el único encargado de decodificar estos términos.
*El libro LA NARANJA MECÁNICA aparece en este libro para reforzar la idea que quiso trasmitir el autor. Este recurso se suele ver en otros libros como en CORAZÓN DE TINTA de Cornelia Funke, por nombrar uno.
MI OPINIÓN CON RESPECTO AL EMBLEMÁTICO CAPÍTULO 21 (sin spoilers):
Si bien al concluir el capítulo 20, termina tal cual como dice el autor, que afirma que de esta manera termina el film, al incluir el capítulo 21 vemos la transformación completa de Alex con unos nuevos drugos (amigos) y la evolución autoconciente que se hace al finalizar el cuento. Sin entrar en detalles, el cambio de vestimenta nos induce al cambio temporal que ha pasado desde que arranca la historia hasta llegar al capítulo 21. Sus preocupaciones ahora son de un adulto y no de un adolescente. Para mi, estoy conforme que la historia termine de esta manera y no, dejándonos en suspenso como, hasta la parodia que hizo Los Simpsons (resumir este libro en 10 minutos), nos propone Stanley Kubrick. La idea esencial de un autor tiene que ser trasmitida para no perder el hilo de la historia, de lo contrario, no se llamaría adaptación.
Les dejo mis frases destacadas de este libro:
INTRODUCCIÓN DEL LIBRO "La naranja mecánica exprimida de nuevo" (editado para evitar spoilers):
Publiqué la novela A Clockwork Orange en 1962, lapso que debería haber bastado para borrarla de la memoria literaria del mundo. Sin embargo se resiste a ser borrada, y de esto la versión cinematográfica de Stanley Kubrick es la principal responsable. De buena gana la repudiaría por diferentes razones, pero eso no está permitido. Recibo cartas de estudiantes que tratan de escribir tesis sobre la novela, o peticiones de dramaturgos japoneses para convertirla en una suerte de obra de teatro noh. Así pues, es altamente probable que sobreviva, mientras que otras obras mías que valoro más muerden el polvo. Esta no es una experiencia inusual para los artistas. Rachmaninoff solía lamentarse de que se le conociera principalmente por un Preludio en Do menor sostenido que compuso en la adolescencia, mientras que sus obras de madurez no entraban nunca en los programas. Los niños afilan sus dientes pianísticos en un Minueto en Sol que Beethoven compuso sólo para poder detestarlo. Tendré que seguir viviendo con La naranja mecánica, y eso significa que me liga a ella un cierto deber de autor. Tengo un deber muy especial hacia ella en los estados unidos, y será mejor que explique en que consiste.
Expondré la situación sin rodeos. La naranja mecánica nunca ha sido publicada por completa en Norteamérica. El libro que escribí está divido en tres partes de siete capítulos cada una. recurra a su calculadora de bolsillo y descubrirá que eso hace un total de veintiún capítulos. 21 es el símbolo de la madurez humana, o lo era, puesto que a los 21 tenías derecho a votar y asumías las responsabilidades de un adulto. Fuera cual fuese su simbología, el caso es que 21 fue el número con el que empecé. A los novelistas de mi cuerda les interesa la llamada numerología, es decir que los números tienen que significar algo para los humanos cuando éstos los utilizan. El número de capítulos nunca es del todo arbitrario. Del mismo modo que un compositor musical trabaja a partir de una vaga imagen de magnitud y duración, el novelista parte con una imagen de extensión, y esa imagen se expresa en el número de partes y capítulos eran importantes para mí.
pero no lo eran para mi editor de Nueva York. El libro que publicó sólo tenía veinte capítulos. Insistió en eliminar el veintiuno. Naturalmente, yo podría haberme opuesto y llevar mi libro a otra parte, pero se consideraba que él estaba siendo caritativo al aceptar mi trabajo y que cualquier otro editor de Nueva York o Boston rechazaría el manuscrito sin contemplaciones. En 1961 necesitaba dinero, aun la miseria que me ofrecían como anticipo, y si la condición para que aceptasen el libro significaba también su funda diferencia entre La naranja mecánica que ces conocida en Gran Bretaña y el volumen algo mas delgado que lleva el mismo título en los estados Unidos de América.
Sigamos adelante. El resto del mundo recibió sus ejemplares a través de Gran Bretaña, y por eso la mayoría de las versiones (ciertamente las traducciones francesa, italiana, rusa, hebrea, rumana y alemana) tiene los veintiún capítulos originales. Ahora bien, cuando Stanley Kubrick rodó su película, aunque lo hizo en Inglaterra, siguió la versión norteamericana, y al público fuera de los Estados Unidos le pareció que la historia acababa algo prematuramente. no es que los espectadores exigieran la devolución de su dinero, pero se preguntaban por que Kubrick había suprimido el desenlace. Muchos me escribieron a propósito de eso; la verdad es que me he pasado buena parte de mi vida haciendo declaraciones xerográficas, de intención y de frustración, mientras que Kubrick y mi editor de Nueva York gozaban tranquilamente de la recompensa por su mala conducta. La vida, por supuesto, es terrible.
¿Qué ocurría en ese vigésimo primer capítulo? Ahora tienen la oportunidad de averiguarlo. (...) Después de todo Mozart y Mendelssohn compusieron una música celestial en la adolescencia o nadsat, mientras que lo único que hacía mi héroe era rasrecear (destrozar) y el viejo unodós-unodós. Es con una especie de vergüenza que este joven que esta creciendo mira ese pasado de destrucción. Desea un futuro distinto.
En el vigésimo capítulo no hay ningún indicio de este cambio. El chico es condicionado y luego descondicionado y contempla con júbilo la recuperación de una voluntad libre y violenta (...). El capítulo veintiuno concede a la novela una cualidad de ficción genuina, un arte asentado sobre el principio de que los seres humanos cambian. De hecho, no tiene demasiado sentido escribir una novela a menos que pueda mostrarse la posibilidad de una transformación moral o un aumento de sabiduría que opera en el personaje o personajes principales. Incluso los malos bestsellers muestran a la gente cambiando. Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando sólo muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría. La naranja norteamericana o de Kubrick es una fabula: la británica o mundial es una novela.
Pero mi editor de Nueva York veía mi vigésimo primer capítulo como una traición. Era muy británico, blando, y mostraba una renuencia pelagiana a aceptar que el ser humano podía ser un modelo de maldad impenitente.Venía a decir que los norteamericanos eran mas fuertes que los británicos y no temían enfrentarse a la realidad. Pronto se verían enfrentados a ella en Vietnam Mi libro era kennediano y aceptaba la noción de progreso moral. Lo que en realidad se quería era un libro nixoniano sin un hilo de optimismo. Dejemos que la maldad se pavonee en la página y hasta la última línea y se ría de todas las creencias heredadas, judía, cristiana, musulmana o cualquier otra, y de que los humanos pueden llegar a ser mejores. Un libro así sería sensacional, y lo es. Pero no creo que sea una imagen justa de la vida humana.
Y no lo creo porque, por definición, el ser humano está dotado de libre albedrío, y puede elegir entre el bien y el mal. Si solo puede actuar bien o solo puede actuar mal, no será mas que una naranja mecánica, lo que quiere decir en apariencia será un hermoso organismo con color y zumo, pero de hecho no será más que un juguete mecánico al que Dios o el Diablo (O el Todopoderoso Estado, ya que está sustituyéndolos a los dos) le darán cuerda. Es tan inhumano ser totalmente bueno como totalmente malvado. Lo importante es la elección moral. La maldad tiene que existir junto a al bondad para que pueda darse esa elección moral. La vida se sostiene gracias a la enconada oposición de entidades morales. De eso hablan los noticiarios televisivos. Desgraciadamente hay en nosotros tanto pecado original que el mal nos parece atractivo. Destruir es más fácil y mucho mas espectacular que crear. Nos gusta morimos de miedo ante visiones de destrucción cósmica. Sentarse en una habitación oscura y componer la Missa Sollemnis o la Anatomía de la melancolía no da pie a titulares ni a flashes informativos. Desgraciadamente mi pequeño libelo atrajo a muchos porque despedía los miasmas del pecado original como un cartón de huevos podridos.
parece mojigato e ingenuo negar que mi intención al escribir la novela era excitar las peores inclinaciones de mis lectores. Mi saludable herencia de pecado original se exterioriza en el libro y disfruto violando y destruyendo por poderes. Es la cobardía innata del novelista, uqe delega en personajes imaginarios los pecados que él tiene la prudencia de no cometer. Pero el libro también guarda una lección moral, la tradicional repetición de la importancia de la elección moral. es precisamente el hecho de que esa lección destaca tanto lo que me hace menospreciar a veces la naranja mecánica como una obra demasiado didáctica para ser artística. No es misión del novelista predicar, sino mostrar. Yo he mostrado suficiente, aunque a veces lo oculta la cortina de un idioma inventado; otro aspecto de mi cobardía. El nadsat, una versión rusificada del ingles, fue concebido para amortiguar la cruda respuesta que se espera de la pornografía. Convierte el libro en una aventura lingüística. La gente prefiere la película porque el lenguaje los asusta, y con razón.
No creo tener que recordar a los lectores el significado del título. Las naranjas mecánicas no existen excepto en el habla de los viejos londinenses. La imagen era extraña, siempre aplicada a cosas extrañas. «Ser más raro que una naranja mecánica» quiere decir que se es extraño hasta el límite de lo extraño. En sus orígenes «raro» [queer] no denominaba homosexualidad, aunque «raro» era también el nombre que se daba a un miembro de la fraternidad invertida. Los europeos que tradujeron el título como Arancia a Orologeria o Orange Mécanique no alcanzaban a comprender su resonancia cockney y alguno pensó que se refería a una granada de mano, una piña explosiva más barata. Yo la uso para referirme a la aplicación de una moralidad mecánica a un organismo vivo que rebosa de jugo y dulzura.
Los lectores del capítulo veintiuno deben decidir por sí mismos si mejor a el libro que presumiblemente conocen o realmente se trata de un miembro prescindible. Mi intención era que el libro concluyese de esta manera, pero tal vez mi juicio estético no era correcto. Los escritores raras veces son sus mejores críticos, y tampoco son críticos. Quod scripsi scrpsi, dijo Poncio Pilatos cuando hizo a Jesucristo rey de los judíos. «Lo que he escrito, escrito está.» Podemos destruir lo que hemos escrito, pero no podemos borrarlo. Con lo que el doctor Johnson llamaba fría indiferencia expondré lo escrito al juicio de ese 0,00000001 de la población norteamericana al que le importan esas cuestiones. Coman esta porción dulce o escúpanla. Sean libres.
ANTHONY BURGESS
Noviembre de 1986
Portada del libro en español, bajo el sello de minotauro.
"La vestimenta que nunca salió a la luz"